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ElectroClass





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Apuntes sobre la generación de imaginarios postindustriales desde la televisión (Bilbao como caso de estudio)

 

 

"Lo real es siempre el objeto de una ficción, es decir, de una construcción del espacio en el que se anudan lo visible, lo decible y lo factible. Es la ficción dominante, la ficción consensual, la que niega su carácter de ficción haciéndose pasar por lo real mismo y trazando una simple línea divisoria entre el territorio de ese real y el de las representaciones y las apariencias".

 Jacques Rancière. "Las paradojas del arte político" en El espectador emancipado (2008)


 
Aunque gestados a lo largo de las décadas anteriores, fue durante los años 80 cuando asistimos a los cambios fundamentales en nuestro escenario económico, político y social que nos llevarían a lo que actualmente conocemos como el capitalismo postindustrial y a la disolución de las grandes ideologías, eso que Zygmunt Bauman llamó la “Modernidad líquida”.

Mientras las democracias liberales americanas y europeas llevaban a cabo sus ajustes en el marco de los nuevos procesos coloniales de la globalización, y la izquierda tradicional se desmoronaba ante la decadencia de la clase trabajadora tal y como se entendía hasta los años 70, el estado español retrasaba su entrada en
el proyecto postmoderno debido a su aislamiento y a las rémoras de una larga dictadura (rémoras que siguen
pesando aún en la actualidad).

Si en Europa y EE.UU. será la derecha más radical la que lleve a cabo los ajustes económicos y la que desmantele las estructuras propias de la articulación de las formas de lucha tradicionales (léase Ronald Reagan en los Estados Unidos o el thatcherismo en Gran Bretaña), en España es el PSOE el que, tras ganar las elecciones generalesen 1982 poniendo, supuestamente, punto final al proceso transicional, acomete la reconversión industrial y el sofocamiento y/o cooptación de los movimientos sociales que habían hecho posible la recuperación del estado de derecho.

En el caso de Euskadi, y más concretamente en Bilbao, el desmantelamiento de la industria pesada produce no solo la destrucción de un área industrial básica en la economía local y estatal, sino también el socavamiento de las bases sociales que habían dibujado las relaciones en la esfera pública durante todo el siglo XX. El recambio de la antigua economía industrial a una economía de servicios (priorizada a instancias de la Unión Europea) se materializaría con la construcción del Guggenheim-Bilbao como punta de lanza, pero en realidad el museo-franquicia no era más que un síntoma del recambio de una sociedad de productores por una de consumidores, donde la masa cognitarial tendría unas condiciones materiales de flexibilidad y precariedad, así como una desarticulación política que la acercarían más a lo que tradicionalmente sería el "lumpen".

 

En este desmembramiento de las relaciones en/del trabajo, en este escenario donde el trabajo y el ocio/consumo se confunde, y donde los espacios públicos ya no son más que territorios de tránsito y compra-venta es donde situamos nuestra investigación;  en el repensamiento del imaginario de los y las trabajadoras de esta economía informacional de la que nosotras formamos parte. Para ello, hemos fijado especialmente nuestra atención en los agentes y mediadores de la elaboración de las memorias colectivas,    y entre ellos y de forma privilegiada, en la televisión como instrumento político de primer orden en el marco de la España autonómica.

 

Si en décadas anteriores artistas e intelectuales habían mirado a la televisión con suspicacia o curiosidad, pero siempre con interés, con la llegada del vídeo en los años 70 las relaciones con la "madre primigenia"del medio se intensificaron. Desde la conocida frase "el vídeo no es tv" que esgrimían los más puristas, hasta las experiencias de la TV de guerrilla y del vídeo comunitario, pasando por los trabajos que artistas y cineastas como Alexander Kluge, Rainer W. Fassbinder, Harun Farocki, Martha Rosler, Peter Watkins, etc...  hicieron para/sobre la televisión, el medio de masas por excelencia formaba parte del panorama de la crítica de la representación de forma habitual.

 

Será justamente en los años 80 (tal vez debido a la museificación del vídeo y a su conversión en "videoarte") cuando este intenso debate se diluye: los artistas renuncian al medio televisivo, se vuelven completamente"apocalípticos" (que diría Humberto Eco). 

 

La idea de una "otra TV" desaparece o queda reducida a experiencias minoritarias y resistentes, mientras se extiende la visión de la televisión como un medio de puro entretenimiento mirado con desdén por  una izquierda tradicional cada vez más obsoleta, y utilizado por los gobernantes como una institución más del consenso impuesto.


Durante esta misma década, los 80, el estado de las autonomías y la aparición de los "grandes gabinetes de propaganda" en los que convirtieron las televisiones autonómicas, llegaron prácticamente al mismo tiempo
al estado español.  ETB, la primera en emitir, se pone en funcionamiento en 1983, y más tarde lo harían TV3  y TVG, seguidas de Canal Sur y otras más tardías. Con escasa -por no decir ninguna- tradición de independencia, los medios de comunicación públicos del estado español se caracterizan por una estrecha relación institucional, que con la llegada de las televisiones autonómicas se vuelve más evidente.      

 

Y sin embargo, también es cierto que los años 80 posibilitaron en estas televisiones autonómicas la realización de formatos y experimentos audiovisuales que las décadas siguientes negarían, cargadas ya con  el peso del profesionalismo y la corrección política. La TV autonómica de los 80 abrió la posibilidad de una "otra tv" ante el monopolio estatal de TVE (recordemos que las televisiones privadas llegan a España en 1990), posibilitó espacios para la intervención de agentes exteriores y ajenos a la TV que renovaron formatos, y ayudaron a la normalización y al uso de las lenguas propias, aunque parece bastante claro         que fueron instrumentos privilegiados de la construcción de los nuevos imaginarios de la "España del diseño",  de la modernización y el cambio, y territorios fundamentales de la construcción del "consenso desmemoriado" que ha caracterizado el proceso transicional español.

 

En esta intersección entre el renovado interés que suscitan las posibilidades de la TV digital entre investigadores y artistas (no en vano en el último año hemos asistido a una nueva oleada de exposiciones yestudios sobre las relaciones entre arte y el medio televisivo, como, por ejemplo, ¿Estáis listos para la tv? (2010-2011) en MACBA), y con la voluntad “arqueológica” de indagar nuestra  memoria colectiva reciente     a través del archivo televisivo de ETB para poder vislumbrar los mecanismos de construcción de los imaginarios propios, se sitúa ElectroClass, una investigación sobre las posibilidades  de construir un imaginario propio, nuestro, de la nueva clase trabajadora postradicional.

 

Este trabajo multimedia está animado por una voluntad de continuidad genealógica, enlazando nuestro proyecto con otros trabajos sobre el medio, aprendiendo de otras y otros colectivos y personas que han reflexionado sobre la relación de la TV con las narrativas históricas, pero también haciendo arqueología propia y enlazando con la microhistoria de consonni,  ya que la misma productora realizó en 2000  "El gran trueque", un proyecto con Matthieu Laurette que tomaba la televisión como escenario para evidenciar las nuevas lógicas del consumo.

 


Con todas estas premisas de partida, comenzamos nuestra investigación hace unos meses con la intención  de formalizarla a lo largo del año 2011 en un archivo de entrevistas accesible públicamente, en una serie de 7 piezas cortas, una suerte de desmontaje del propio material del archivo de ETB que se imitirán en uno de los canales de la TV autonómica vasca (ETB 3), en un seminario donde nos gustaría reunir a algunos y algunas de nuestros referentes y cómplices, y en una programación de vídeo y cine dentro de Zinebi 2011 que muestre algunos de estos experimentos audiovisuales realizados de/desde/en e incluso contra la TV.



Pero siempre, y como dice Jacques Ranciére, pensando que "La inteligencia colectiva de la emancipación no es la comprensión de un proceso global de sujeción. Es la colectivización de las capacidades invertidas en esas escenas de disenso. Es la puesta en marcha de la capacidad de cualquiera, del atributo de los hombres
sin atributos", o lo que es lo mismo, que nuestra labor crítica sobre la TV no pasa hoy por la confrontación ni por la ingenua y estéril evidencia de la fetichización que ésta produci sino por generar extrañamiento, por intentar una sutil y delicada desmembración de la lógica de producción de lo real que naturaliza el imaginario televisivo (igual que el más simple y reaccionario imaginario documental) evidenciando en él sus marcos de construcción material y, en definitiva, su calidad ficcional.


 
María Ruido, enero - octubre 2011



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