EL OJO SATURADO DE PLACER: SOBRE FRAGMENTACIÓN, PORNO-EVIDENCIA Y BRICO-TECNOLOGÍA
La Fiesta
Danzad, danzad, malditos... hasta el éxtasis, hasta el abandono, hasta la pérdida.
Desde las Ménades griegas, los Derviches orientales, los bailarines amerindios de la Danza de los Espíritus, los frenéticos bailes del Carnaval o los puritanos Shakers preindustriales hasta los cimbreantes contoneos del ídolo del rock&roll o la absorta concentración en el ritmo de la rave , la presencia del cuerpo transportado por el sonido (y casi siempre, por las drogas) aparece(n) como el(los) vehículo(s) del placer extático, como la(s) interrupción(es) de lo dionisíaco, del rito, del mito, en el orden cotidiano establecido por la racionalidad y el trabajo/rendimiento.
Aunque el arrebato del baile no ha sido exclusivo de los jóvenes, en la sociedad occidental tardocapitalista los rituales de la adolescencia/juventud parecen estar especialmente ligados a esta nueva mística, la comunidad de los danzantes del club, como una manera específicamente articulada para desafiar la estructura imperante del poder: mi nueva religión es el rock, decía Patti Smith, portavoz, sin duda, del sentimiento de toda una generación; así lo recogía Dan Graham en su complejo trabajo en vídeo “Rock My Religion” (1982), donde la sexualidad fálica, edípica, de los movimientos de la estrella del rock genera la misma energía comunitaria que surgía en las celebraciones religiosas; así lo sugieren las nuevas ceremonias de la música techno: “Nada mejor que las raves, estas bacanales de los tiempos modernos, para ser capaz en la actualidad de descubrir lo que sucede en nuestra época, en nuestra comunidad, en esta comunidad que de aquí en adelante tiene que inventarse a sí misma, conviviendo con el desmoronamiento de mitos e ideologías”.